Efrén Martín sobre ‘Coaching for Leadership’

Efrén Martín

Gerente de FVMartín, profesor de Deusto Business School

Si los límites de nuestro lenguaje marcan los límites de nuestra percepción del mundo, coaching representa una nueva ampliación de fronteras. Este sistema para la potenciación del liderazgo recoge la inquietud práctica de organizaciones y especialistas: desarrollar cualidades y habilidades individuales, sí, pero armónicamente conectadas con los objetivos y resultados de la empresa. Sin estos, aquellas son un potencial dudoso e inútil, porque no hay cambio interno sin cambio externo y viceversa.

Reservado inicialmente a directivos, se centra en el aprendizaje, la empatía, las preguntas altamente capacitadoras y el feedback sincero, bajo el supuesto original de Warren Bennis de que el proceso de convertirse en líder es idéntico al de convertirse en persona.

Su promesa de resultados es elevada, como también lo son sus exigencias:

  • Es necesario afrontar el cambio continuo desde su paradójico complemento: la permanencia. Es una inversión a largo plazo y hay que perseverar. Los numerosos articulistas de la obra dan por sentada la necesidad de evitar concebirlo como una «moda», un cambio del cambio que no construye nada, sino que es una huida hacia delante para evitar la responsabilidad y el compromiso. Una condición básica para el éxito del coaching –y de casi todo en esta vida– es mantenerse fiel a un proceso estable, no realizar actos aislados. Todo cambiará si perseveramos.
  • Otra premisa imprescindible reside en la integridad de quienes participan en el proceso. De la honestidad, la sinceridad y el servicio emanan el respeto, la credibilidad y la confianza necesarios para que una persona se ponga en manos de otra, como si de un cirujano del alma y del prestigio se tratara. Esto se debe a que aquí la comunicación no solo busca procesar datos o información, sino también generar conocimiento e, incluso, sabiduría, algo que no se logra dando órdenes ni instrucciones, sino con una escucha que genera escucha y ayudando a establecer un riguroso análisis de alternativas, sin caer en bienintencionados pero genéricos y estériles consejos. Sócrates es el difícil modelo que hay que emular.

Lo peor es que no es probable que muchas de nuestras organizaciones puedan iniciar este camino, incluso con ayuda externa, prisioneras como están del culto a la apariencia, la imagen y el disimulo. En ellas, la verdad no mata, pero duele mucho y se evita.

El reto no está en los procedimientos ni en las capacidades, sino en los valores. El proceso es sencillo, aunque no fácil, y aprender y comunicarse no son opciones para el ser humano, porque –siempre mejorables– son inherentes a nuestra naturaleza (nadie puede evitar aprender y expresarse). Sin embargo, ser íntegro –integrar visión y realidad– es una decisión opcional, porque cabe la posibilidad de no serlo, malgastando vida y capacidades en buscar «fuera» lo que llevamos «dentro» y viceversa.

Convertirse en persona, de la que el liderazgo es solo un aspecto, es una tecnología que estamos lejos de dominar, como lo demuestra la abundante insensatez existente en el mundo. El coaching será una potente moda pasajera más, a la que conviene prestar mucha atención, porque de sus éxitos y fracasos obtendremos un sabio legado.

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