Miguel Ángel Larrinaga Ojanguren sobre ‘Gestionando’

Miguel Ángel Larrinaga Ojanguren

Profesor de Dirección de Operaciones en la Deusto Business School

Si miramos el Diccionario de la Real Academia Española, vemos que una de las acepciones de líder es “persona a la que un grupo sigue reconociendo como jefe u orientadora”, mientras que un gestor es “persona de una empresa que participa en la administración de esta”. No hay conexión aparente, pero tampoco un divorcio total.

Mintzberg considera que liderazgo y gestión son los dos lados de la misma moneda cuando se habla de dirigir una organización, y pienso que es así. No obstante, lo que ha ocurrido recientemente es que, en épocas de bonanza económica, el liderazgo ha adquirido importancia y prestigio sobre la parte más gris, la de la gestión, que está levantando cabeza con las épocas turbulentas.

En los últimos años han proliferado los cursos, seminarios, jornadas, etc. sobre el desarrollo de competencias y, entre ellas, muy especialmente, sobre liderazgo. Y esta profusión también ha llegado al ámbito universitario, donde los modelos de formación empiezan a centrarse en la formación en competencias, entre las que podemos encontrar liderazgo y, por tanto, hay que formar a todos los alumnos para desarrollar mínimamente esta competencia. Sin embargo, la definición de líder ha sido alterada por los medios de comunicación. La voracidad de este estereotipo es tan fuerte que incluso devora y asimila los esfuerzos posteriores de teorías como la inteligencia emocional, la programación neurolingüística, etc., que pueden aparecer como el manto hipócrita sobre el que mantener esta visión de liderazgo. Entonces, el liderazgo pasa de ser el medio para impulsar la gestión hacia la excelencia a ser un fin en sí mismo. La capacidad de orientar noblemente a los demás hacia un bien común desaparece y el ego prevalece.

Además, esta visión premiada por la sociedad esconde una cara. Ese liderazgo que debemos impulsar en todos los niveles organizativos no es igual en todos ellos. Hay un elemento que se asocia siempre a la gestión, pero no tanto al liderazgo, en su nivel jerárquico más elevado: la responsabilidad. La crisis de gestión que apunta Mintzberg, en el fondo, es una crisis de toma de responsabilidades o de huida de las responsabilidades. Creamos líderes, también en los niveles intermedios de la organización, pero ¡ojo!: frecuentemente es el líder de mayor nivel quien mejor sale parado.

Ahora, cuando la realidad reclama su atención, se pide un esfuerzo a los gestores: la vuelta a la productividad, a la honestidad en el trabajo y al sacrificio a los seguidores de los líderes. Como dicen Heitz, Grashow y Linksy, es hora de redefinir el modelo de liderazgo y de unirlo a la gestión.

Quiero colaborar para implantar en las organizaciones, escuelas de negocios y universidades la siguiente definición de liderazgo: “Capacidad de influir sobre los individuos o los grupos, anticipándose al futuro y contribuyendo a su desarrollo personal y profesional”.

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