Alejandro Lasa sobre ‘What Got You Here Won’t Get You There’
Alejandro Lasa
Director general de ADUR Emotional Gym
Altos directivos con éxito, pero… ¡no tanto!, no llegan a su “nivel más alto”. Las cuatro creencias de Goldsmith son su “biblia” y, con sus prácticas ineficaces, caen en más de uno de los veinte malos hábitos que señala el autor; eso sí, lo hacen como verdaderos “maestros del Arte”.
La alta dirección es ingeniosa determinando las prioridades estratégicas de su empresa, realizando glamurosas operaciones de fusión y de compra de otras compañías; se siente embriagada de éxito, imaginando los aplausos de sus accionistas, y se llenan de vivacidad sus ojos al ver cómo ascienden sus acciones en el mercado bursátil. Se siente exitosa.
No obstante –sobre todo desde la perspectiva de los miembros de su equipo–, no llega a “su diez”. Se queda más abajo. Sus dificultades comienzan cuando quiere involucrar a su equipo en las acciones que resultan imprescindibles para lograr los resultados de negocio. No logra influir o contagiar emocionalmente; sabe lanzar órdenes y exigir, repartir obligaciones. Sin embargo, la gran mayoría no sabe qué hacer para “conectar emocionalmente” con los integrantes de su equipo con el propósito de conseguir que éstos se alineen con la estrategia, se adhieran a sus planes y apuesten por mantener –con sus acciones– el foco en los resultados de forma sostenida. Hay una “jugada ineficaz”, siempre la misma, que le impide lograr más éxito.
Estos altos directivos exitosos no ven una necesidad real de cambio para ir más allá. Su dotación genética y su mochila técnica bien cargada “los trajeron hasta aquí” y realmente creen que “llegarán allí” de la misma manera, puesto que están envueltos en éxitos tangibles. Su deseo de ir a por “su diez” sólo puede surgir de la constatación de “efectos no deseados” –con el tiempo acaban apareciendo– que producen con sus actuaciones en los demás y también en sus vidas.
Si advirtieran, por ejemplo, que sus emociones son las que condicionan las acciones que llevan a cabo y las decisiones que toman –sean del tipo que sean–, entonces podrían desear ir “más allá” y entrenarse en “autodirigirse” con objeto de alcanzar un mayor nivel de ejecución, a modo de un atleta de elite.
Asimismo, si vieran el impacto tan indeseado que provocan –en el rendimiento de sus equipos y, por tanto, en los resultados de negocio– con su dificultad a la hora de utilizar el talento de sus profesionales, en ese caso podrían desear entrenarse en desarrollar “su conectividad” para multiplicar resultados tangibles. Si no se arranca de la gestión de las emociones que movilizan las funciones directivas, no es posible superar las resistencias al cambio y llegar al “diez” de cada cual. Seguirán encerrados en la superstición de ser directivos exitosos de alto nivel.
El lugar idóneo para lograr “ir más allá” es un “gimnasio emocional”, donde, con otros miembros de la alta dirección de otras empresas, estos altos directivos cuenten con un espacio físico para entrenarse en la acción –a tiempo real–, en el desarrollo de aquellas capacidades emocionales básicas que mayor impacto tienen en el desempeño directivo y en los resultados de éxito. Aquí podrán superar su “jugada ineficaz” personal, la que les impide alcanzar “su diez”, y aprender otro “modo de hacer”, el que garantizará que “ahora sí que llegarán allí”.
El libro
Las claves para la mejora continua de la carrera profesional
Marshall Goldsmith
El mundo empresarial se encuentra lleno de directivos que han trabajado duro durante años para alcanzar los niveles más altos de dirección. Son inteligentes y brillantes, están cualificados, [...]