Almudena Eizaguirre sobre ‘Generación de modelos de negocio’

Almudena Eizaguirre

Catedrática y directora general de Deusto Business School Executive Education

Leo el reciente informe The Bloomberg Recruiter Report: Job Skills Companies Want But Can’t Get y descubro que dos de las competencias más buscadas por las empresas contratantes de nuevo talento son el pensamiento sistémico y la visión estratégica. Sin embargo, no son las más habituales en los recién graduados. En este estudio han participado 1.320 personas que cumplen el requisito de “haber contratado en los dos últimos años personas que han cursado un máster en alguna universidad”. ¿Acaso no son la visión estratégica y la sistémica dos ingredientes clave para lograr negocios rentables y sostenibles?

La RAE define sistémico como “1. Perteneciente o relativo a la totalidad de un sistema; general, por oposición a local. | 2. Perteneciente o relativo a un organismo en su conjunto. | 3. Perteneciente o relativo a la circulación general de la sangre”. Por otro lado, define estrategia como “1. Arte de dirigir las operaciones militares. | 2. Arte, traza para dirigir un asunto. | 3. En un proceso regulable, conjunto de las reglas que aseguran una decisión óptima en cada momento”. ¿Qué aportan estas definiciones?

La visión de sistema es crucial al crear un negocio, al evaluarlo, al planificar y proyectar hacia el futuro sus posibilidades. Percibo, a menudo, una gran alabanza al experto en lo técnico. Sin embargo, en el equilibrio entre lo general y lo específico es donde se encuentra la oportuna mirada a los negocios y organizaciones.

El modelo de Osterwalder y Pigneur tiene la gran virtud de obligarnos a mirar hacia dentro y hacia fuera, de una manera equilibrada y serena. Nos invita a pensar en el público objetivo al que nos dirigimos, en nuestra propuesta de valor, en cómo nos acercamos a nuestro público… y en cómo todo ello repercute en unas ventas e ingresos. Paralelamente, nos recomienda analizar el negocio por dentro: qué habilidades, personas, recursos, etc. se precisan para dar esa respuesta eficiente al mercado.

Esta concepción de organización como un sistema tiene una enorme potencia. En la empresa, todos los elementos están interrelacionados. Al tomar decisiones y planificar, debemos ser conscientes de esta complejidad y tratar de contemplar todos los elementos una manera ordenada. Además, la gestión queda enormemente empobrecida si no somos capaces de proyectar el impacto de las decisiones actuales en el futuro. Asimismo, hemos de ser conscientes de que veremos la necesidad de tomar ciertas decisiones hoy si sabemos observar y visualizar nuestro negocio en ese futuro.

Esta propuesta de Osterwalder y Pigneur es revolucionaria para nuestro entorno directivo. Acostumbrados a valorar un negocio en el ámbito financiero o en el del márketing o a analizar su logística, comunicación, procesos, etc., llega un modelo que nos invita a analizarlo en su globalidad. No hay logística adecuada o inadecuada, ni márketing certero o erróneo, ni fabricación notable o sobresaliente, ya que todos esos elementos han de enjuiciarse como parte de un todo coordinado. Es a partir de ahí desde donde cualquiera de los procesos podrá etiquetarse como útil o inútil por su coherente engarce con todo el resto de las variables clave de negocio. De esa manera, aumentará la probabilidad de que creemos y desarrollemos negocios rentables y sostenibles.

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