Almudena Eizaguirre y María García Feijoo sobre ‘The Art and Practice of Leadership Coaching’

Almudena Eizaguirre

Catedrática y directora general de Deusto Business School Executive Education

Hoy en día, la evolución en los estilos de dirección, así como en los perfiles que se requieren en las organizaciones, más orientados hacia las habilidades y las emociones, exige nuevas herramientas que permitan afrontar con comodidad estos cambios. Así, diferentes empresas y organizaciones tratan de incorporar el coaching como arma para desarrollar el talento de sus personas, para despertar su potencial. Este es el elemento común a todas las definiciones y, en ese sentido, el principal de sus beneficios.

Podemos definir coaching como «el proceso de reflexión y entrenamiento destinado a modificar o reforzar algún comportamiento, o bien a abordar áreas de mejora con el fin de gestionar mejor, buscando la eficiencia en el desempeño». La reflexión sin entrenamiento no conlleva mejora alguna, mientras que la puesta en práctica sin reflexión previa puede llevar a centrar los esfuerzos en áreas equivocadas.

El coach debe ayudar al coachee a conocer «dónde está» y «hacia dónde quiere ir», y apoyarlo y acompañarlo después en ese proceso. Por eso, este es un proceso que puede ser de gran ayuda en aquellos momentos en los que el coachee deba asumir y afrontar nuevas situaciones en el ámbito profesional: el ejercicio de nuevas responsabilidades debido a un cambio en la empresa, a un cambio de puesto, a la evolución de este o a un cambio del ámbito geográfico; la definición de un proyecto de evolución profesional; la gestión de un conflicto; el apoyo a una nueva contratación; la mejora de la comunicación; el análisis de 360 grados; la resolución de una difícil relación o mejora del funcionamiento con el equipo; la puesta en práctica de decisiones importantes; la gestión del estrés; o la mejora del liderazgo y del estilo de dirección. A través del coaching se pueden eliminar los temores, momentos de estrés y ansiedades derivados de estos procesos.

En todas estas situaciones, una de las principales aportaciones del coach es proporcionar al coachee nuevas perspectivas y puntos de vista desde los que pueda analizar las situaciones que lo envuelven y, en esta línea, es un instrumento que permite encontrar soluciones alternativas a las inicialmente contempladas, ayudando a pensar y actuar de manera diferente a como se venía haciendo. Por un lado, esto permite adquirir una visión más global de la situación tratada al ampliar el alcance de la información, ideas y alternativas disponibles. Por otro, contribuye a que los miedos y reservas iniciales ante cualquier proceso de cambio se constaten y pongan de manifiesto, y, por tanto, se hagan más realistas y fáciles de asumir.

Tampoco debemos olvidar que esta herramienta ayuda al coachee a ser consciente no solo de sus áreas de mejora, sino también de sus puntos fuertes, en los que puede apoyarse para afrontar la mejora. Es decir, aumenta la conciencia de los recursos personales y de cuándo hay que usarlos. Por este motivo, también colabora en la consecución de un equilibrio entre la vida profesional y la vida personal, al contribuir a clarificar objetivos en ambos ámbitos, priorizándolos y estableciendo vías para alcanzarlos.

Como conclusión podemos afirmar que el coaching contribuye a mejorar las competencias intra e interpersonales (conocimiento de uno mismo, mejora de la relación con otras personas, conocimiento y comprensión de los sentimientos, superación de bloqueos y resistencias al cambio, gestión del estrés, superación de conflictos, desarrollo de la comunicación, etc.), a desarrollar técnicas de dirección (de liderazgo, de planificación estratégica, de aprendizaje, de emprendizaje, de delegación, etc.) y a mejorar las capacidades organizativas (aumentar la productividad, liderar iniciativas de cambio, mejorar la posición estratégica de la organización, etc.).

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