Antonio Hidalgo sobre ‘Closing the Innovation Gap’

Antonio Hidalgo

Profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid

El futuro de la innovación exige que sea considerada como una responsabilidad de todos en la organización y superar lo que se conceptualiza actualmente como paradigma racionalista de la gestión, según el cual las empresas se organizan bajo el esquema de trabajadores-mente que dirigen a trabajadores-cuerpo que ejecutan. En estas organizaciones, la responsabilidad de la innovación es mayoritariamente de una elite de profesionales y no del conjunto de la organización.

En este contexto, la innovación en la empresa no se produce a partir de buenas ideas de mentes brillantes. En primer lugar, porque las personas que se encuentran distantes del espacio en el que se produce la fabricación o el contacto con el cliente por lo general no son capaces de darse cuenta de las oportunidades que se suceden en esos rincones. Las ideas innovadoras surgen preferentemente como adaptaciones a hechos que importan, e incluso obsesionan, a quien los generan y muy raramente como resultado del actuar descomprometido de inteligencias superiores. En segundo lugar, porque, aunque un individuo pudiera producir buenas ideas de forma sistemática, lo más probable sería que su implementación fuera difícil precisamente por ser las ideas de una persona poco comprometida con el sistema social de la organización.

Cada vez más, la supervivencia de la empresa se está convirtiendo en algo muy incierto debido al riesgo que la rodea, a lo inesperado y a la competencia. Se sabe que la inteligencia de unos pocos tecnócratas, incluso los más brillantes, es insuficiente para enfrentarse a estos retos. Solamente la inteligencia de todos los empleados puede permitir a una organización vivir con los altibajos de los requerimientos de un nuevo entorno, lo que lleva a avanzar en la idea de que es crítico promover e incentivar actividades innovadoras en todos los miembros de la organización.

No obstante, no hay que olvidar que otro elemento distintivo en la gestión de la innovación se relaciona con la vinculación que mantiene la empresa con sus clientes, sus proveedores, sus competidores y su entorno. Para ello, la empresa no debe estar volcada hacia dentro, sino, al contrario, hacia las interacciones con el exterior, y la gestión de la innovación deberá estar orientada desde fuera hacia dentro. Sin embargo, no se trata únicamente de interaccionar con el cliente, ni siquiera de pedir sus comentarios y requerimientos; la clave es escuchar, lo que implica una disposición a abrirse y a comprometerse con sus problemas, preocupaciones e intereses. Normalmente, el racionalismo induce a cometer errores en este aspecto, por cuanto nos hace mirar al cliente como un ente racional que sabe cuáles son sus problemas y lo que necesita de nosotros.

Por último, hay que asumir que no será posible competir con éxito en el terreno de la innovación si no se desarrollan nuevas concepciones sobre las organizaciones y su gestión. Concepciones modernas que sean de utilidad en los nuevos escenarios que se están dibujando: globalización, cambio tecnológico y, principalmente, competencia en economías basadas en paradigmas diferentes a los actualmente conocidos en nuestro entorno más próximo. Sin embargo, no se trata de copiar paradigmas de otras culturas, algo que sabemos de antemano que no es posible ni conveniente. Lo más razonable es generar, en plazos relativamente breves y sin grandes requisitos de inversiones, personas innovadoras y con la capacidad y el coraje de desprenderse de los viejos paradigmas cuyos resultados ya están descontados.

Antonio Hidalgo

Profesor de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de la Universidad Politécnica de Madrid

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