Camilla Hillier-Fry sobre ‘The Skilled Facilitator’
Camilla Hillier-Fry
Socia de PeopleMatters
El papel del facilitador ha ido cobrando cada vez más importancia en los últimos años, como consecuencia directa de la evolución de la organización. Si nos paramos a pensar en las tendencias de la última década, no cabe duda de que algunas de las que figurarían en la lista de las top ten de cualquier directivo serían la “e-cultura”, la gestión del cambio, la gestión del conocimiento, etc. Todas estas tendencias implican, asimismo, un cambio en el papel de las personas y, por lo general, un mayor impacto directo en el rendimiento organizativo. Esta aportación requiere asesoramiento técnico y una clara orientación a resultados, que es precisamente el papel del facilitador.
En su libro The Living Company, Arie de Geus analiza las diversas razones de supervivencia de las empresas más longevas e identifica entre ellas la capacidad no tanto de contar con las personas más preparadas, sino de saber sacar lo mejor de su gente, aprovechando la capacidad mental y la creatividad como una estrategia a medio plazo. Desde luego, esto no significa que el talento no tenga importancia, pero conviene también recordar que el talento se define como “la capacidad de producir resultados”. Y la mejor forma de canalizar y dar forma a las ideas de las personas es a través de un sistema semiformal de trabajo de grupos, facilitado por una persona que asegura la valoración objetiva y completa de las aportaciones, sin defender o atacar ninguna postura por motivos subjetivos o políticos.
Gary Hamel, Chris Argyris y Peter Senge destacan la necesidad de fomentar la diversidad de perspectivas para poder innovar y superar los modelos mentales de grupos homogéneos. En este sentido, la facilitación es un instrumento imprescindible, tanto para “el aprendizaje personal” como para “la inteligencia social o mancomunada” (términos del filósofo José Antonio Marina).
La facilitación forma una parte esencial de la gestión del cambio, dado que orienta a las personas a la hora de adaptarse a nuevas normas o de buscar soluciones para nuevos retos. Hay que aprovechar la diversidad, ofrecer apoyo para situaciones de cambio y reorganización, enriquecer actividades estratégicas y mejorar la resolución de problemas, la calidad de las decisiones y la eficacia de los procesos de trabajo. En su libro, Roger M. Schwarz hace hincapié en los tres últimos puntos mencionados. Sólo debo añadir que, además de su valiosa contribución a dichos aspectos, la implantación sistemática de la facilitación es clave para toda la organización por cuatro razones: crea una estructura flexible y coherente de trabajo, enriquece la mejora continua a través de una participación heterogénea (controlando conflictos, provocando ideas divergentes y exigiendo la concreción y el alineamiento), mantiene el grado de motivación de las personas y se enfoca siempre al logro de resultados.
En conclusión, conviene recordar que el papel esencial del facilitador es precisamente ése: facilitar el trabajo, la mejora continua y la consecución de resultados de la organización. Como dijo el filósofo, escritor y político inglés Francis Bacon hace más de cuatrocientos años: “Quien no aplique nuevos remedios, debe esperar nuevos males, ya que el mayor innovador es el tiempo”. Estamos a tiempo y, al menos en este campo, la solución está en nuestras manos.
El libro
Las habilidades del facilitador
Roger M. Schwarz
Los grandes cambios que han experimentado las organizaciones en los últimos años han aumentado su necesidad de recurrir a las habilidades de facilitación para mejorar su eficacia. Los tres [...]