Carlos López Combarros sobre ‘The 12 Bad Habits That Hold Good People Back’

Carlos López Combarros

Consultor senior de Watson Wyatt.

Desde hace muchos años vengo pensando que la psicología aplicada tiene un gran porvenir en el mundo empresarial y lo pienso porque creo que la suma de una serie de comportamientos que convergen, dentro de la diversidad individual, constituye una fuerza motriz incontestable dentro de cualquier marco empresarial; ello hará que un entorno sea de una manera o de la contraria, situándonos en la simplicidad del blanco o del negro.

Existen algunas personas que, a pesar de ocupar puestos muy elevados, presentan tales carencias personales que llegan a frustrar el crecimiento y la motivación de personas muy valiosas y/o consiguen que éstas renuncien a lo que el superior impone, asumiendo reglas de juego que distan mucho de unos planteamientos que consideran muy firmes.

Me gustaría enumerar algunas conductas que, a mi modo de entender, no solamente no favorecen la figura de un buen directivo, sino que incluso resultan perniciosas para las organizaciones.

  1. La inseguridad. Estar alto, muy alto, dentro del organigrama y resultar una persona insegura hace que un individuo genere una serie de líneas de auto-defensa que pueden resultar patológicas para el entorno: celos, establecimiento de líneas de puenteo con los subordinados directos, arbitrariedad en la toma de decisiones, indefinición en materias trascendentes, etc.
  2. La ambición desmedida. Conozco a una persona sumamente valiosa, profesionalmente hablando, que, aun sin haber llegado al puesto que estaba ambicionando, ya se estaba concentrando en los tres siguientes. En un estado más maduro, dícese de aquellos directivos para los que el fin justifica los medios (quemar a muchas personas valiosas en el camino).
  3. La eliminación del que te hace sombra. Hay directivos que no pueden soportar la más mínima competencia, ya sea en habilidades o ya sea, especialmente, en valores. Existe, asimismo, la típica figura del “trepa”, que hoy puede ser tu subordinado y mañana tu jefe, y que resulta un gran experto en trabajar en la sombra para colocarse él, eliminando cualquier conato de sombra que le pueda oscurecer.
  4. La falta de sensibilidad. Cuanto mayor grado de desarrollo ha alcanzado un buen profesional, mayor demanda de “inteligencia emocional” se produce en el entorno. El momento de la “sensibilidad aplicada” no acaba de llegar y es grande el trecho que nos separa de lo que la realidad nos demanda. Queremos directivos que entiendan no solamente de cuentas de resultados, sino también de muchas cosas más.
  5. La egolatría. “Morir de éxito” es hacer un ejercicio muy simplista y muy poco coherente con nuestro destino final. Soy de los que creen que, cuanto más compartimos, especialmente cuando se tiene éxito, más cantidad de energía generamos para el resto de la organización y, además, más felices vamos a ser.

Sólo los valores, dentro de un marco ético incontestable, darán cohesión a las empresas, aunque el objetivo último de éstas sea la obtención de beneficio.

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