Douglas McEncroe sobre ‘Managing Creative People’

Douglas McEncroe

Director de Douglas McEncroe Group

En el Año Europeo de la Creatividad y la Innovación, potenciar la creatividad sin límites, como nos cuenta Gordon Torr en Managing Creative People, es el único pasaporte hacia brillantes resultados; resultados que hoy no son importantes por engordar las cuentas de resultados, sino esenciales porque el planeta atraviesa una crisis sin precedentes, como todos sabemos.

Este libro aborda el corazón del problema: cómo lograr la tensión entre la libertad creativa y el control operacional, sabiendo que las mejores organizaciones son las que dirigen con éxito lo que parece una paradoja. Torr echa mano de la historia legendaria y reciente, para aclarar a la perfección qué sociedades y entornos son los que han hecho realidad ese sueño y cuáles lo destrozan a cada paso. El autor, página a página, nos sitúa y aporta las claves para comprender. La clave de la creatividad, dice, es “saber escuchar a nuestra Intuición”. La mayúscula la pone él y yo la mantengo. ¡La intuición!, pero en los días que vivimos hacer de la Intuición nuestra guía le puede parecer un desvarío a más de un directivo, por más que Einstein, ya hace algún tiempo, nos dijera: “la intuición es un regalo sagrado y la mente racional su fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que honra al sirviente y ha olvidado el regalo”. Y así estamos… porque el management tradicional (que nace en los ejércitos), poco o nada tiene que decir sobre la dirección de la creatividad en organizaciones, excepto si se utilizara como un manual sobrequé no hay que hacer con las personas, en las que se pretende innovar, no uniformar.

Torr parte de la premisa de que una persona creativa es, por resumir, diferente y necesita de un espacio también diferente, para imaginar y elaborar ideas interesantes. Un entorno protegido de recriminaciones si no alcanza resultados brillantes y, lo que hoy es más difícil, un entorno que le anime a seguir adentrándose en el “laberinto” de la imaginación. Torr critica sin pudor el brainstorming, las oficinas diáfanas, en las que se ficha… Ve claramente que no son lugares físicos ni emocionales que “abonen un caldo de cultivo en el que los creativos puedan multiplicar sus ocurrencias, enriquecerlas, crecer y mejorar el siguiente proyecto”. Son entornos que no estimulan, ni comprenden que el creativo hace lo que hace porque le gusta –investigar, crear, idear–, y lo hace muy bien si se siente apoyado y propulsado hacia adelante. Se irá si no encuentra su lugar… y, si se va, perderemos porque, como nos recuerda Pasteur: “La oportunidad favorece sólo a la mente preparada” y, por extensión, a la organización preparada. Sin embargo, en la sociedad de hoy se puede decir, como él, que “la musa ha sido secuestrada por los tecnócratas”, aunque el éxito de las empresas creativas pasa por creer en la creatividad como un fin en sí mismo, porque la creatividad es alérgica a la instrumentalización en todas sus formas; es diversidad.

“Pero el mercado es sordo, mudo y ciego hacia la calidad creativa”, dice Torr, y yo añado: quizá porque los agentes del mercado en un porcentaje seguramente sorprendente viven estados de estrés y ansiedad difícilmente sostenibles, desde paradigmas también, tal y como reseña, más dignos de Apolo que de Dionisio. Teresa Amabile muestra además cómo el estrés reduce la originalidad, al tiempo que expone los factores que permiten la creatividad. Managing Creative People compendia el saber y la reflexión necesaria para restituir a la creatividad el lugar que ha de tener en una sociedad necesitada de soluciones muy creativas.

El libro

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