Javier Cantera sobre ‘Power Listening’

Javier Cantera

Presidente del Grupo BLC

Un adagio que se repite en multitud de lugares es el de que Dios (Alá o Jehová) es tan inteligente que ha hecho al ser humano con dos orejas y una sola boca; es decir, para comunicar es más importante escuchar que hablar. La capacidad de escucha es clave para aprender, saber y crecer como persona y como profesional. La escucha se plantea como una habilidad básica del líder. Hoy en día, el liderazgo auténtico implica cercanía, honestidad, humildad y confianza, y cada una de estas características requiere capacidad de escucha. Se trata de entender, conocer e interpretar la realidad reflexionando sobre ella y evitando abstracciones de fantasías irreales.

La escucha debe ser activa, sin evaluar, juzgar y, menos aún, descalificar la realidad por un esquema previo personal. También ha de estar abierta al aprendizaje continuo e intentar comprender la realidad desde la disposición a cambiar por los acontecimientos. El líder con experiencia sabe escuchar para poder comprender más rápidamente una situación de cambio, identificar las voluntades de los interlocutores e, incluso, anticiparse a futuras situaciones. La psicología del trabajo ha estudiado al líder con la habilidad de la escucha activa y ha establecido cinco requisitos para escuchar como un líder:

  1. Percepción holística. Hay que escuchar no solo lo que dicen las personas, sino también lo que no dicen. Además, es importante fijarse en cómo y quién lo dice para comprender sistemáticamente el mensaje.
  2. Interpretación contextual. Los mensajes tienen un contexto, por lo que no se puede analizar únicamente el contenido. La lógica de la coherencia entre contenido y contexto debe llevar a una interpretación única y específica de ese mensaje.
  3. Emoción condicionante. Los sentimientos que tenemos fruto de nuestra historia de aprendizaje asociados a unos contenidos pueden provocar una escucha errónea. Debemos reconocer las emociones y aislarlas para verificar la realidad. Es importante estar abierto a nuevas emociones.
  4. Respuesta relativista. La escucha supone la implicación con acciones que eviten expresar juicios absolutos. No podemos sobreactuar suponiendo datos no corroborados ni tener respuestas paralizantes por no saber qué hacer. Hay que interactuar con una visión de exploración para comprender mejor y aceptar el error de nuestra percepción como variable de nuestra respuesta.
  5. Atribución conductual. No hay personas malas o buenas, listas o tontas, etc., sino personas que tienen conductas buenas o malas, inteligentes o no, etc. Esta atribución de los juicios a la conducta, en lugar de a las personas, nos lleva a escucharlas con categorías simplificadas. También hay que comprender que las personas pueden comportarse de forma diferente en contextos distintos y con objetivos disimilares.

La escucha activa supone una visión sistémica, contextual, relativista, pero, ante todo, no condicionada por emociones y juicios que nos incapaciten para asumir la realidad. Se plantea como variable de éxito de un líder y, por consiguiente, de una organización que tiene que conseguir su ventaja no solo por su hacer, sino también por su manera de escuchar.

Me gustaría concluir con dos frases que siempre utilizo en los cursos de formación de líderes. La primera es un proverbio italiano: “Del escuchar procede la sabiduría; del hablar, el arrepentimiento”. La segunda es una frase del humanista Juan Luis Vives: “Nada es tan fácil ni tan útil como escuchar mucho”. Señores líderes, ¡que ustedes lo escuchen bien… y mucho!

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