Javier Vega sobre ‘Soros on Soros’

Javier Vega

Profesor de IE Business School

Más de un millón de millones de dólares se intercambian diariamente en el mercado de divisas. Nunca cierra; durante las veinticuatro horas del día, los traders participan en un juego de los llamados «de suma cero» en el que lo que unos ganan lo pierden otros. El volumen, en 1986 era la mitad, es tan innecesario –solo el 5 % respalda el intercambio de mercancías– como incontrolable para las instituciones nacionales que vigilan la estabilidad de sus monedas. Este es uno de «los mercados» que tanto preocupan a los responsables políticos de nuestro tiempo y que, en opinión de algunos de ellos, pueden condicionar todas sus decisiones en el futuro.

Por otra parte, la manera de invertir ha registrado cambios en los últimos tiempos. Los fondos prevalecen sobre los inversores individuales y su variedad colma las ambiciones de cualquier tipo de inversor: desde el más conservador, que colocará su dinero en fondos que operan exclusivamente en deuda pública, hasta el más arriesgado, que invertirá en los denominados hedge funds.

Los hedge funds son fondos muy especulativos –entrar y salir rápidamente– que buscan oportunidades en aquellos negocios en los que la posible rentabilidad y el riesgo son altos: acciones de empresas de tecnología, deuda y acciones de empresas que salen de suspensiones de pagos, bonos, commodities o divisas infra o sobrevalorados…

El ejemplo más brillante de este tipo de fondos es el Quantum Fund, la compañía de inversiones que ha proporcionado a George Soros su fortuna y popularidad y uno de los más rentables de la historia. Mil dólares invertidos en 1969 podrían valer hoy dos millones si se hubieran reinvertido los dividendos. Eso significa una rentabilidad compuesta de un 35 % anual. Su valor actual, del que Soros posee una parte sustancial, aunque desconocida, es de 12.000 millones de dólares.

Soros es un inversor peculiar: mientras los métodos cuantitativos dominan la toma de decisiones de los gestores de fondos, Soros se muestra escéptico ante su eficacia. No utiliza técnicas para medir el riesgo, ni tiene reglas precisas para cortar pérdidas, ni utiliza masivamente los derivados en su cartera. Frente a los rocket scientists que utilizan modelos sofisticados de valoración de riesgos, se define como aficionado que vive, deliberadamente, en la Edad de Piedra.

Su comportamiento procede de la no aceptación de la Teoría de los Mercados Eficientes, a la que contrapone la suya del Conocimiento Imperfecto de la Realidad y la Reflexividad. La teoría económica clásica asume que los participantes en el mercado actúan basándose en un conocimiento perfecto de la realidad. Soros afirma que los agentes económicos tienen una percepción de la realidad imperfecta porque influyen sobre ella al tratar de analizarla. Por ello la realidad es un objetivo móvil que, cuando se trata de observar, se mueve aún más deprisa. Esta interacción percepción/realidad induce a sobrevaloraciones o infravaloraciones (desequilibrios) en los mercados que, cuando son pequeñas, no afectan al comportamiento de estos, pero que, cuando son grandes, provocan los cambios de tendencia, es decir, subidas rápidas (booms) y caídas aún más rápidas (crash). Soros se considera un buen pronosticador de esos cambios de tendencia y, por los resultados obtenidos, parece que es así.

Otro aspecto interesante del libro es la parte dedicada a analizar la situación económica de cada país o área de influencia. Merece la pena reflexionar sobre las impresiones que Soros tiene de Latinoamérica, Japón, Estados Unidos y, sobre todo, los países del Este europeo. Sobre la evolución de estos últimos no es muy optimista y se queja, responsabilizando a los países occidentales de la poca ayuda que están recibiendo ante el formidable cambio al que se enfrentan.

Desde este punto de vista, Soros deplora que las sociedades abiertas, que defienden su modelo de organización a ultranza, no consideren que se deba luchar para abrir las sociedades cerradas. Para confirmarlo utiliza el ejemplo de Yugoslavia, donde los países occidentales han admitido una situación sonrojante durante años, a cambio de defender sus propios intereses nacionales.

De ahí que George Soros haya decidido pasar de la palabra a la acción, dedicando parte de su fortuna a crear fundaciones que defiendan los valores de la sociedad abierta. Su primera experiencia, no muy reconfortante, fue en Sudáfrica en el ochenta; luego han venido Hungría, Polonia, Chequia, Rusia, China, etc.

En definitiva, aunque las biografías de los triunfadores siempre producen un cierto recelo, este es un libro que se lee con gusto y que induce a la reflexión.

El libro

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