José Ramón Pin Arboledas sobre ‘The Power Game’

José Ramón Pin Arboledas

Profesor de Dirección de Personas en las Organizaciones en el IESE

La cubierta, principalmente roja y negra, del libro de Griffin es un preludio de su visión de la vida empresarial. No es precisamente una visión optimista al uso actual de los escritos de los gurús del management y ésa es su principal virtud. Da una descripción desde la otra orilla. Griffin se sitúa en el lado de Maquiavelo para estudiar el fenómeno del poder dentro de las organizaciones y las relaciones entre éstas.

Describe los poderosos mecanismos que aportan dos motivaciones fundamentales en este “juego de poder”: el miedo y la fe. El miedo a ser castigado de alguna forma y la fe en la omnipresencia y omnisciencia del vigilante. Para Griffin, la empresa tiene un “gran hermano”, al estilo del famoso programa televisivo. Este concepto, extraído de la famosa obra de Orwell, se refleja en la idea del jefe, el supervisor o el consejero delegado que, desde la torre del donut que presenta Griffin, controla la actividad de los empleados. Según el autor de The Power Game, el sistema Ford de control es la aplicación práctica de la teoría del donut.

La postura de Griffin puede calificarse de cínica. El lector puede tener la sensación de que el autor está olvidando todo lo que de noble se está actualmente describiendo sobre la dirección de empresas, el papel del liderazgo y el desarrollo humano de las personas. Y es verdad. Es verdad porque Griffin sólo hace una descripción parcial de la realidad empresarial. No pretende dar un conocimiento exhaustivo de esa realidad. Es una descripción sociológica, que, como tal, ayuda a comprender los mecanismos del funcionamiento del poder, siempre que se tenga en cuenta su parcialidad.

Los consejos sobre cómo moverse a la hora de conseguir un aumento de sueldo o promocionarse -cuando se trata de un juego desde el punto de vista individual- o cómo ganar cuota de mercado o protegerla -cuando se trata de juego de poder corporativo- no dejan de ser “maquiavélicos”. Se trata de basarse en los impulsos del otro: en el caso individual, los principios corporativos de responsabilidad y rendimiento; en el caso corporativo, los principios de defensa del consumidor; pero no para reforzar estos loables principios, sino para aprovecharse de ellos. En el caso de la promoción, por ejemplo, aconseja presentar la propia promoción como posibilidad de reforzar el poder de quien va a decidirla.

Estos juegos de poder son reales, pero no son toda la verdad y, probablemente, no son la parte más conveniente de esa verdad. El autor del prólogo, el gurú Sumantra Ghoshal, ya lo avisa: “No creo que la interpretación que Gerry da sea completa. Pueden ofrecerse análisis alternativos para completar su interpretación”. Dicho esto, sin embargo, Ghoshal afirma: “Pero eso no anula el valor de la visión de Gerry. El poder existe y es útil conocer cómo funciona”.

Si un lector no avisado lee con ligereza el libro, puede caer en la tentación de olvidar que en la empresa hay valores humanos y éticos importantes que la hacen funcionar. Todo ello puede ser dañino, sobre todo si quien recibe estos mensajes es un MBA con poca experiencia y gran ambición.

No obstante, también podría ocurrir lo contrario. Si alguien no leyera el libro de Griffin, podría caer en un “angelismo” irreal al pensar que no existen los mecanismos de poder que describe y que no son utilizados muchas veces, de manera consciente o inconsciente.

Toda realidad humana exige una sólida teoría antropológica para ser comprendida. Requiere realismo, y las antropologías más realistas contemplan la parte noble de los personajes, pero también son conscientes de las carencias que éstos tienen.

Pocos estudios de management son capaces de conjugar ambas caras de la moneda con equilibrio y sensatez. Por eso, unos caen en una cierta utopía y otros en el cinismo, según se inclinen a un aspecto u otro. Ésta es la razón para no olvidar a Griffin y su libro en la formación de un directivo. No obstante, habrá que conjugarlo con las obras de autores como Covey, que resaltan el otro aspecto de la verdad empresarial, el más conveniente, aunque, desgraciadamente, no el único.

El libro

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