Josep Ginesta sobre ‘Leading with Emotional Intelligence’

Josep Ginesta

Director del Área de Personas en la Universitat Oberta de Catalunya y profesor en la Universitat Ramon Llull

Hace ya tiempo que los que nos movemos por el mundo de la gestión de personas, ya sea en el ámbito profesional, en el docente o en el de la investigación, ponemos de relieve la importancia de las emociones en el trabajo o en el nuevo trabajo. Las emociones guían a las personas y cada vez con más intensidad. Nos estamos convirtiendo, en cierta medida, en adictos a las sensaciones, a las emociones, quizá por la metamorfosis que la irrupción de las nuevas tecnologías y las nuevas formas de relación ha inoculado en nuestra forma de vivir. En esta nueva era, emocionar es imprescindible y gestionar las emociones propias para influir positivamente en los demás, también.

En contextos difíciles, el liderazgo se hace más imprescindible que nunca y no siempre el que está llamado a ejercerlo puede desarrollarlo con eficacia. Incredulidad, agendas personales que priman sobre las organizacionales, exceso de confianza o falta de tiempo son algunos de los motivos de las carencias del líder. No obstante, hay que incluir otra derivada que impacta en la percepción del liderazgo: la incertidumbre. La incertidumbre global, de mercados, de horizontes tangibles, en muchas organizaciones, es una parte más de su cotidianidad. Gestionar lo casi etéreo se convierte en un elemento que diluye la fuerza del discurso del líder. Las estrategias a largo plazo, los planes estratégicos, imposibles de cumplir, dejan paso ahora a la gestión por oportunidades.

En este contexto, el líder, el inspirador de personas y talentos, el impulsor de energías individuales que aúnan logros colectivos, es una pieza clave a la que le queda su inteligencia para desarrollar equipos de alto rendimiento. Si partimos de la premisa de que el líder pasa, pero el liderazgo queda, quien pretenda liderar tiene, además de un reto profesional, un compromiso organizacional con el legado que dejará.

Más allá de los clásicos conceptuales en la materia, Nadler, en su libro Leading with Emotional Intelligence, ofrece herramientas sencillas y fácilmente aplicables para desarrollar nuestra inteligencia emocional en nuestro quehacer diario. Estas herramientas pueden ayudarnos a gestionar siendo conscientes de que nuestros actos u omisiones generan reacciones y de que esto es necesario para fidelizar y maximizar equipos y personas. Partiendo de la experiencia del conocimiento de nosotros mismos y de técnicas de concienciación e interrelación cognitiva con el entorno, podemos desarrollar capacidades de autocontrol sobre nuestras emociones y, partiendo de la base de que éstas impactan de una forma u otra en las personas que nos rodean, podemos actuar de forma inteligente, dirigida, consciente, en cómo vamos a hacer reaccionar a los demás. El impacto consciente y calculado permite maximizar el resultado esperado y es mucho mejor cuando se fundamenta en la generación de relaciones positivas.

Debemos seguir las recomendaciones del autor no sólo por las aseveraciones de que un líder emocionalmente inteligente es más productivo porque consigue más en menos tiempo o porque ello impacta también en la rentabilidad de nuestras organizaciones o porque influye positivamente en los equipos y por los ejemplos que aporta. El hecho de constatar que la gente positiva vive más tiempo me obliga a recomendar a quienes deseen ser más longevos, en su vida profesional o en su vida personal, que aprendan gestionar emociones para positivizar, al máximo, su entorno.

Josep Ginesta

Director del Área de Personas en la Universitat Oberta de Catalunya y profesor en la Universitat Ramon Llull

El libro

Liderar con inteligencia emocional

Reldan S. Nadler

Cada vez es más obvio que puntos ciegos en las capacidades personales de la inteligencia emocional de los directivos han llevado la avaricia, la mentira y la manipulación a algunas empresas [...]

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