Los poderes de la gratitud

Gema Sánchez Cuevas

Profesora de psicología de la Universidad Internacional de Valencia y directora web de “La Mente es Maravillosa”.

La gratitud es uno de los bienes más preciados del ser humano. Es un acto de bondad, generosidad y reconocimiento. Una forma de responder a los demás que conlleva no solo el mensaje de que se aprecia lo que se ha hecho, sino también un reforzador del valor que conlleva y de la persona en sí misma. Así, ser agradecidos es un regalo tanto para quien lo practica y lo pone en marcha, como para quien lo recibe. Se trata de un sello de calidad de las relaciones humanas.

Agradecer la vida, lo que uno tiene y lo que otros hacen, las oportunidades que aparecen y las que no sucedieron es una virtud de aquellos que saber apreciar de manera consciente la complejidad de la vida y no se dejan atrapar por lo que pudo ser y no fue, las hipótesis y las expectativas. De alguna forma, podemos decir que la gratitud es el don de quienes, a pesar de todo, son capaces de apreciar lo que reciben, de esos que saben diferenciar entre lo necesario y lo accesorio. “La memoria del corazón” como la definía Lao-Tse, ese punto de inflexión que aleja de las limitaciones e impulsa a crecer desde lo más profundo de nosotros. Lo que nos lleva a pensar en la importancia de este valor en la cultura organizacional, los entornos laborales y la identidad tanto de los empresarios como de los trabajadores.

La gratitud es el don de quienes, a pesar de todo, son capaces de apreciar lo que reciben

Una empresa que cultiva la gratitud y la tiene entre sus prioridades es un lugar en el que el bienestar, el reconocimiento y las relaciones son importantes y no algo más, sino piezas importantes del engranaje principal. Algo que en la actualidad es urgente cultivar: pues hay una gran sequía de gratitud en el ámbito laboral y con ello una gran pérdida de humanidad. Falta reconocimiento, falta sensación de bienestar, falta un sentimiento de equipo y de valía personal, falta sentir que lo que uno hace es importante y que forma parte de ese engranaje que hace que todo avance, a pesar de los desvíos, obstáculos y sorpresas.

Hay sed de gratitud, aunque no nos demos cuenta. De hecho, todos podemos hacer la prueba. ¿Qué pasaría si durante unas semanas fuésemos agradecidos en nuestros puestos de trabajo? Da igual que seamos empleados, líderes, responsables o jefes de equipo. Basta con probarlo. Os aseguro que la atmósfera laboral cambiaría y con ella las percepciones de cada uno de los implicados. Al fin y al cabo, “dar las gracias” origina un encuentro entre dos personas en el que lo más importante es el reconocimiento y la valoración de lo sucedido. Y ¡qué bien sienta!

Hay una gran sequía de gratitud en el entorno de las organizaciones, falta sentir que lo que uno hace es importante

La gratitud cambia la consideración que tenemos sobre nosotros mismos y si además formamos parte de un equipo, favorece que las piezas del puzzle encajen mejor y más fácilmente. Aleja del egocentrismo y del egoísmo, obliga a salir de uno mismo para ir hacia otros y apreciarlos. Ser agradecidos acorta distancias, fortalece las relaciones y nos hace sentir mejor porque ya lo decía Séneca “nada es más honorable que un corazón agradecido”.

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