Nacho Somalo sobre ‘El engaño de Ícaro’
Nacho Somalo
Fundador y director de Lonesome Digital, coordinador y profesor de Google Actívate y profesor de IE Business School.
Una de las consecuencias de esta dura crisis que hemos vivido ha sido la potenciación de la imagen del emprendedor como motor de la economía y el desarrollo social. Curiosamente, ha coincidido con un gran desprestigio de la figura del empresario, lo que en gran medida supone o puede suponer una enorme contradicción.
Son muchos los que defienden que empresario y emprendedor son dos “animales” totalmente diferentes. ¿Solo son emprendedores los chavales de veintitantos años que montan una start-up de Internet? El tema no parece tan claro. Para otros muchos, emprendedor y empresario es absolutamente lo mismo.
Personalmente, pienso que el debate no debería ser tal, si nos atenemos al significado de cada una de ambas palabras. Según la RAE, el término emprendedor significa ‘que emprende con resolución acciones dificultosas o azarosas’ y define empresario como ‘titular propietario o directivo de una industria, negocio o empresa’. Es importante destacar que la primera palabra es un adjetivo y la segunda un sustantivo.
Desde este punto de vista, empresario se es o no se es en función de la profesión que uno desempeña. Sin embargo, emprendedor describe un tipo de persona con una determinada actitud vital hacia el riesgo y el reto en general, con independencia de su profesión. Por tanto, sí que podríamos decir que un empresario puede no ser emprendedor, como puede ser el caso de quien hereda y gestiona una empresa familiar sin la más mínima actitud de correr nuevos riesgos. Igualmente, en muchas ocasiones nos encontramos con emprendedores que no son empresarios porque todavía no les ha llegado el momento.
¿Qué características tienen en común los emprendedores? Este tema siempre me ha inquietado y he tratado de investigarlo para ser capaz de encontrar un factor común. Para mí, dada mi actividad actual, sería muy útil identificar a los mejores emprendedores. El proceso no es sencillo. No he encontrado un factor común en el sexo –era de esperar–, pero tampoco en la edad. De hecho, a la mayoría de los emprendedores que he conocido los podríamos calificar de “maduritos” o mayores de cuarenta años. El carácter tampoco es un rasgo distintivo, porque hay emprendedores simpáticos, antipáticos, muy sociables, introvertidos, etc.
Sin embargo, sí he descubierto algunos elementos que tienen en común: todos los emprendedores que he conocido son extraordinariamente optimistas. Ven la realidad bajo un prisma que la mayoría calificaría de “irreal”. No ven el vaso “medio lleno”; lo ven “casi lleno” e incluso “lleno por completo”. Asimismo, tienen una muy baja aversión al riesgo. En general toleran bien el azar y no sufren en exceso ante la incertidumbre. Probablemente esto es consecuencia de lo anterior. Además, tienen fe: fe ciega en su proyecto y en el éxito que les va a deparar.
Estas cualidades son capaces de generar un ambiente de magnetismo que provoca un potente liderazgo a veces difícil de explicar. Son personas que arrastran y convencen. Contagian su optimismo y su fe. En El engaño de Ícaro, Seth Godin nos explica por qué un emprendedor es un artista, un creador. Nunca antes ha habido un contexto mejor para desarrollar nuevos negocios, para crear arte empresarial. Yo comparto esta opinión.
Nacho Somalo
Fundador y director de Lonesome Digital, coordinador y profesor de Google Actívate y profesor de IE Business School.
El libro
Todas las personas de la organización deben volar alto
Seth Godin
La sociedad ha alterado el mito de Ícaro para evitar que sobresalgamos, con la idea de que debemos conformarnos con poco. La importancia de seguir las instrucciones está sobrevalorada. La nueva [...]