¿Qué valor aporta la estrategia a nuestras organizaciones?

María Fernanda García Rodríguez

International Legal and Business Affairs Director en Graells March Abogados

En un entorno incierto, rápido y volátil, sin excesivo pensamiento crítico en nuestro ADN, es preciso plantearse la estrategia como un escenario en el que se marca la diferencia entre trasladarse, viajar y dibujar una hoja de ruta, este último el más similar a la estrategia. Es en este contexto en el que se enmarca el pensamiento y la imaginación dirigidas hacia el “cómo”.

Plantearse objetivos, elaborar informes financieros y atajar problemas puede confundirnos. Nos engañamos creyendo que avanzamos en la línea de la estrategia. Lejos de la realidad. Estamos perdiendo el tiempo y la energía y, a menudo, muchos medios. Fuegos artificiales que se desvanecen. ¡La estrategia no es eso!

La combinación de nuestra visión y experiencia unidas, junto con un necesario y sólido liderazgo que funciona de abajo hacia arriba, nos permite elaborar un código interno en forma de protocolos, patrones y comportamientos propios que conforman nuestra estrategia. Necesitamos adelantarnos a nuestro tiempo, visualizar cómo queremos llegar a ese escenario con efectividad; necesitamos diseñar un enfoque adecuado para canalizar un problema. Sin embargo, no es suficiente: precisamos también una cultura común, valores compartidos, con equipos e individuos preparados, proactivos y motivados, y una unión firme en el propósito, que debe ser transversal, en un ecosistema holístico, sin compartimentos estanco.

Priorizar es lo que nos lleva a pensar, y pensar nos lleva a crear, imaginar y definir cómo vamos a llegar a ese particular destino. Ese destino debe ser único y especial para nosotros, y enfocado, caracterizado por la excelencia en el camino, requiriendo también de hábitos sólidos, de superación de frustraciones y de paciencia, de una “cintura flexible” para sortear los obstáculos y de horizontes temporales a medio y largo plazo. Añadiría un elemento intangible muy necesario en el ser humano: la ilusión. Es en ese intangible de motivación intrínseca de fe en el proyecto en el que se basa parte del liderazgo inteligente que arrastra positivamente a que todos seamos partícipes y actores del éxito de esa estrategia.

La perseverancia, la resiliencia y no rendirse conforme nos topamos con esos obstáculos, con los que debemos crecer y adaptarnos, son elementos igual de necesarios en este trayecto. La humanización de las empresas y los valores toman aquí especial relevancia, demostrando que el ser humano y lo mejor de su esencia, junto con una actitud y motivación que potencien la optimización del talento bien canalizado, están en el centro de cualquier proyecto de éxito.

Ponemos en valor lo mejor del ser humano rodeándonos de un equipo cohesionado y adecuado que comparte esos principios, con un propósito y puerto de destino, y con una conexión interna donde todos importamos. Un capitán como líder, pero muchos líderes en esa tripulación que ayudan a que la hoja de ruta (que es la estrategia) se vaya acometiendo con tesón en sus distintos hitos. El puerto de destino es el “dónde”. El “cómo” y “con quién”, la estrategia.

Y, ¿nos preguntamos qué valor aporta la estrategia a nuestras organizaciones? Podremos utilizar una terminología más o menos compleja, pero lo cierto es que las casualidades no existen y que la alineación de ese “cómo” junto con el “quién”, el “porqué” y el “cuándo”, son altamente esenciales en la consecución de esos proyectos. Así, no solo va la estrategia a ayudarnos a conseguir nuestro sueño sino que, bien alineado, va a coadyuvar al desarrollo de nuestros equipos como un buque sólido que navega contra viento y marea. Parafraseando a Michael Jordan: “Some people want it to happen, some wish it could happen, others make it happen”. Es decir, “algunas personas quieren que ocurra, algunas desean que ocurra, otras hacen que ocurra”. Hagamos que ocurra. ¡Con estrategia!

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