Víctor González sobre ‘El método Lean Startup’

Víctor González

Fundador y consejero delegado de Next Limit Technologies

Durante los últimos años se ha puesto de moda el término emprendedor, que engloba todo un conjunto de tópicos marcados especialmente por el icono del emprendedor de garaje, al estilo de Steve Jobs. Campañas especialmente orientadas a captar la atención de los más jóvenes pretenden resolver las dudas más inmediatas: cómo conseguir la financiación necesaria, cómo articular legalmente la start-up, qué socios convienen más, cómo hacer atractivo para los inversores un plan de negocio, etc. La mayoría de los casos que se presentan no permiten resolver una duda fundamental que a muchos emprendedores nos atenaza: cuál es la mejor metodología para crear y vender productos innovadores de una manera sostenible en el tiempo, disminuyendo los riesgos de que tanto los éxitos como los fracasos sucedan por azar.

Después de quince años de experiencia emprendedora he podido constatar dos hechos clave. El primero es que la capacidad de innovación no es propiedad de los emprendedores, sino una característica del individuo. El segundo es que existen grandes lagunas en las metodologías y los procesos que permiten pasar del mundo de las ideas innovadoras a los productos comercialmente viables. Es típico que “cada maestrillo aplique su librillo”, dando por sentado que su primer éxito estuvo asociado a una estrategia adecuada. La frustración y la pérdida de tiempo originadas por los fracasos al poner en marcha buenas ideas que se convirtieron en mediocres productos tienen un coste excesivo. Este dilema recuerda la pugna histórica entre dos científicos de finales del siglo XIX: Edison, pragmático en la aplicación comercial de los descubrimientos científicos, y Tesla, un visionario capaz de imaginar grandes avances, pero incapaz de convertir muchos de ellos en productos reales. Empecinado en sus grandes ideas, Tesla murió pobre: cuando comprendió la importancia de escuchar al cliente, ya era demasiado tarde. El proceso Lean Startup nos enseña que existen metodologías capaces de amplificar las probabilidades de llegar de la idea al producto comercialmente viable. Esto pasa por tener una buena capacidad innovadora, pero también una adecuada visión de lo que quiere el cliente. El truco consiste en establecer un proceso iterativo de comprobación de las hipótesis del producto en etapas muy tempranas y de retroalimentación en función de la percepción obtenida. Esto debe realizarse lo antes posible, incluso en fases prematuras de producción. Si una idea fija es madurada en silencio durante demasiado tiempo, habrá muchas probabilidades de errar el tiro y de que sea demasiado tarde para rectificar. Mediante una aplicación consciente del proceso Lean Startup es posible pivotar una estrategia y optimizar el producto de una manera casi darwiniana, por adaptación al entorno. De hecho, se podría extender esta metáfora al ejemplo de que “solo los productos que están bien adaptados al cliente sobreviven”. Tal vez no haya nada nuevo en el proceso Lean Startup; la naturaleza ya lo inventó hace millones de años: probar, experimentar, optimizar el diseño y vuelta a empezar. Sin embargo, la vorágine del día a día y algunas formas de pensar estáticas impiden ver el bosque de un mundo hiperglobalizado e hipersaturado, donde muchas empresas se enfrentan al hecho de sobrevivir. Llámese Lean Startup o adaptación óptima al entorno, la capacidad de reducir el componente de azar y aumentar las probabilidades de éxito de una estrategia flexible convertirá nuestra aventura emprendedora en un proceso mucho más rico y excitante.

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